


La segunda vez que vamos por Tirso de Molina, estando en su portal, nos aparece Sabina de repente, dejándome súper embobada. Estábamos allí sentados en su escalera y de pronto aparece con sombrero y gafas oscuras; nos hicimos unas fotos, me firmó, le dije que había “cogido prestado” un plato de La Ría, le besé, me besó, le estropeamos el ascensor y le tocó subir a pie los tres pisos… Y en cuanto subió me puse a llorar de emoción como una cría mientras Jimena (que encanto de mujer) intentaba consolarme haciéndose una foto conmigo…